Planificación.
Es
siempre una equivocación, advirtió Sherlock Holmes, teorizar más allá de lo que
permite los datos. El tratamiento por planificación sólo se debe emprender con
la conciencia de las limitaciones que tiene, como nos lo advierte la fábula de
los pingüinos. En efecto, los terapeutas de familia aprenden a teorizar más
allá de los datos que poseen acerca de una familia, pero siempre conscientes de
que la estructura de ésta nunca se les manifiesta en seguida.
Sólo
en el proceso de coparticipar con una familia, sondear sus interacciones y
vivenciar la estructura que la gobierna alcanzará a conocer su modalidad de
interacción. Las hipótesis iniciales que se pudieron hacer tendrán que
someterse a prueba en la coparticipación y acaso muy pronto se las deba
desechar a todas.
Familias de pas de deux
Supongamos
que la familia se componga de dos personas solamente. El terapeuta puede
conjeturar que con probabilidad están muy apegadas. Si se trata de madre e
hijo, es posible que éste pase mucho tiempo en compañía de adultos. Acaso esté
adelantado en su capacidad verbal; y como en un elevado porcentaje sus
interacciones son con adultos, se interesará por los temas de éstos antes que
sus coetáneos y parecerá más maduro. Quizá pase menos tiempo de lo corriente
con los niños de su edad; entonces tendrá con ellos menos cosas en común y quizás
esté en desventaja en los juegos físicos.
La
madre, si así lo decide, tiene la posibilidad de dar al hijo más atención
individual de la que podría si debiera ocuparse de un marido u otros hijos. En
consecuencia, podrá ser muy sagaz para interpretar el talante de su hijo,
satisfacer sus necesidades y responder sus preguntas. Y aun puede tender a
interpretarlo con exceso, puesto que no tiene otra persona en quien
concentrarse. Es posible que no haya nadie cerca con quien pudiera cotejar sus
observaciones. Y el resultado de todo esto puede ser un estilo de vinculación
intensa que alimente al mismo tiempo la mutua dependencia y el resentimiento
recíproco.
Familias de tres generaciones
La
familia extensa con varias generaciones que viven en íntima relación es
probablemente la configuración familiar más típica en todo el mundo. Diversos
terapeutas han destacado la importancia de trabajar con tres generaciones, sin
tener en cuenta el posible distanciamiento geográfico. Pero en el contexto
urbano de los países de Occidente, la familia de varias generaciones tiende a
ser más característica de la clase media baja y de los grupos socioeconómicos
inferiores.
En
consecuencia, es posible que el terapeuta se incline a considerar en esta
configuración familiar sus deficiencias, en lugar de pesquisar las fuentes de
fortaleza adaptativa que esta forma contiene. La configuración de la familia
extensa aloja en la multiplicidad de sus generaciones la posibilidad de una
especialización funcional. La organización del apoyo y la cooperación en las
tareas familiares se puede llevar a cabo con una flexibilidad inherente a esta
forma de familia, y a menudo con una genuina pericia.
Familias con soporte
La
familia grande no es tan común como lo fue antaño en la cultura occidental. En
cierta época, lo normal era tener muchos hijos. Se los consideraba un bien de
la familia. Han cambiado los tiempos, pero no lo ha hecho el nexo estructural
que se descubre en la mayoría de las familias grandes. Cuando las instituciones
aumentan de tamaño, es preciso delegar autoridad. Cuando son muchos los niños
en un hogar, por lo común uno de ellos, y a veces varios de los mayores,
reciben responsabilidades parentales. Estos niños parentales toman sobre sí
funciones de crianza de los demás niños, como representantes de los padres.
Familias acordeón
En
ciertas familias uno de los progenitores permanece alejado por lapsos
prolongados. El ejemplo clásico son las familias de militares. Cuando uno de
los cónyuges se ausenta, el que permanece en el lugar tiene que asumir
funciones adicionales de cuidado de los niños, ejecutivas y de guía, pues de
otro modo quedarían privados. Las funciones parentales se concentran en una
sola persona durante una parte de cada ciclo. En estos casos es una
cristalización posible la familia de un solo progenitor.
El
cónyuge que permanece en el hogar asume funciones adicionales a expensas de la
colaboración entre los miembros de la pareja. Los niños pueden obrar en el
sentido de promover la separación de los padres, y aun de cristalizarlos en los
papeles de «padre bueno/madre mala, abandonadora» en una organización que
tiende a expulsar al progenitor periférico. Es posible que estas familias
acordeón demanden terapia cuando el progenitor viajero cambia de trabajo y se
convierte en figura permanente que entro de la organización familiar.
Las familias cambiantes
Ciertas
familias cambian constantemente de domicilio. Por ejemplo, en los guetos, las
familias que lo abandonan cuando deben demasiadas mensualidades de alquiler. Es
también el caso de los gerentes de grandes empresas que son transferidos con
frecuencia de una sucursal a otra. En otras circunstancias, es la composición
misma de la familia la que varía. El ejemplo más frecuente es el progenitor
soltero que cambia de pareja una y otra vez.
Un
padre puede tocar muchas amantes, cada una de las cuales será esposa y madre en
potencia. Esta configuración puede permanecer oculta al terapeuta en el
contacto inicial, pero se irá poniendo de manifiesto a medida que trabaje con
la familia. Si el cambio de contexto interesa a adultos que desempeñan un papel
significativo, es importante para el terapeuta reconstruir un historial que le
permita determinar si lo que parece una organización estable no es, en
realidad, transitoria.
Familias con padrastro o madrastra
Cuando
un padre adoptivo se agrega a la unidad familiar, tiene que pasar por un
proceso de integración que puede ser más o menos logrado. El nuevo padre puede
no entregarse a la nueva familia con un compromiso pleno, o la unidad
originaria puede mantenerlo en una posición periférica. Es posible que los
hijos redoblen sus demandas dirigidas al padre natural, exacerbando así el
problema que a éste le plantea la división de lealtades. En los casos en que
los niños vivieron alejados de su padre natural hasta el nuevo casamiento de
éste, tendrán que acomodarse tanto a su padre natural como al postizo.
Familias con un fantasma
La
familia que ha sufrido muerte o deserción puede tropezar con problemas para
reasignar las tareas del miembro que falta. A veces la familia se colocará en
la postura de decir que, si la madre viviera, sabría qué hacer. Apropiarse de
las funciones de la madre se convierte entonces en un acto de deslealtad a su
memoria. Es posible que se respeten las antiguas coaliciones como si la madre
siguiera con vida. Los miembros de estas familias pueden vivir sus problemas
como la consecuencia de un duelo incompleto.
Familias descontroladas
En
familias en que uno de sus miembros presenta síntomas en el área del control,
el terapeuta supone la existencia de problemas en uno o varios entre
determinados campos: la organización jerárquica de la familia, la puesta en
práctica de las funciones ejecutivas dentro del subsistema parental y la proximidad
entre miembros de la familia.
El
tipo de problemas de control varía según el estadio de desarrollo de los
miembros de la familia. En familias con hijos pequeños, uno de los problemas
más comunes que se presentan en una clínica pediátrica es el niño en edad
preescolar a quien sus padres definen como un «monstruo» que no quiere admitir
regla alguna.
Familias psicosomáticas
Cuando
la queja que motiva la demanda es un problema psicosomático de alguno de los
miembros de la familia, la estructura de ésta incluye una excesiva insistencia
en los cuidados tiernos. La familia parece funcionar óptimamente cuando alguien
está enfermo. Entre las características de estas familias se descubre
sobreprotección, fusión o unión excesiva entre los miembros de la familia; la
incapacidad para resolver conflictos, enorme preocupación por mantener la paz o
evitar los conflictos y una rigidez extrema.
Pero
no la rigidez del cuestionamiento, sino la del agua, que si se puede recoger
con la mano es sólo para volver a su forma originaria. Estas familias parecen
enteramente normales, la familia típica. Sus miembros son buenos vecinos. Este tipo de familia se destaca por las relaciones de
lealtad y de protección que en ella imperan; en suma, es la familia ideal.
Cambio.
Todos los terapeutas de familia
están de acuerdo en que es preciso cuestionar los aspectos disfuncionales de la
homeostasis familiar. Sin embargo, es materia de controversia el grado de ese
cuestionamiento, y por otra parte sus métodos y metas varían con arreglo a la
concepción teórica del terapeuta. La técnica es la vía para alcanzar el cambio,
pero lo que le imparte un rumbo es la conceptualización que hace el terapeuta
sobre la dinámica de la familia y el proceso de cambio. La eficacia de una técnica
determinada no se puede evaluar sin comprender la meta del terapeuta.
Cuestionamiento del síntoma
Las familias que acuden a la
terapia tras una lucha prolongada por lo común han individualizado a uno de sus
miembros como la fuente del problema. Inundan al terapeuta con el relato de su
lucha, las soluciones ensayadas y el fracaso de todos los intentos. Pero el
terapeuta ingresa en la situación terapéutica con el supuesto de que la familia
se equivoca. El problema no reside en el paciente individualizado, sino en
ciertas pautas de interacción de la familia.
Las soluciones que ésta ha
intentado no son más que repeticiones estereotipadas de interacciones
ineficaces, que sólo pueden reforzar los afectos sin producir cambios. Si
observa el modo en que los miembros de la familia se organizan en torno del
síntoma y de su portador, el terapeuta puede obtener una «biopsia de
interacción» para las respuestas preferenciales del organismo familiar, a
saber, las respuestas que la familia sigue utilizando de manera inadecuada para
enfrentar la situación actual.
Cuestionamiento de la realidad familiar
Los pacientes acuden a la terapia
por ser inviable la realidad que ellos mismos han construido. Por lo tanto,
todas las variedades de terapia se basan en el cuestionamiento de esos
constructos. La terapia psicodinámica presupone que la realidad consciente de
estas personas es demasiado estrecha; hay un mundo inconsciente que deben
explorar.
La terapia conductista entiende que en ciertos aspectos no han aprendido cómo desempeñarse correctamente en sus contextos. La terapia de familia parte del supuesto de que las pautas de interacción obedecen a la realidad tal como es vivenciada y contienen esta modalidad de experiencia.
La terapia conductista entiende que en ciertos aspectos no han aprendido cómo desempeñarse correctamente en sus contextos. La terapia de familia parte del supuesto de que las pautas de interacción obedecen a la realidad tal como es vivenciada y contienen esta modalidad de experiencia.
Entonces, para modificar la
visión de la realidad por la que se rigen los miembros de la familia es preciso
elaborar nuevas modalidades de interacción entre ellos. Las técnicas utilizadas
al servicio de esta estrategia son los constructos cognitivos, las
intervenciones paradójicas y la insistencia en los lados fuertes de la familia.
Reencuadramiento.
Los seres humanos son narradores de cuentos, hacedores de
mitos, encuadradores de realidades. Los
antropólogos exhuman el ordenamiento estructural de las sociedades investigando
el sentido más profundo del mito.
El cuadro de un niño planea sobre su cabeza para que lo vea
y lo transmita todo el que lo conozca.
Las personas son moldeadas sin cesar por sus contextos y por
las características que éstos traen a la luz. También las familias poseen un
cuadro dinámico que se ha formado en su historia y que encuadra su identidad de
organismo social. Cuando acuden a la terapia, traen consigo esta geografía de
su vida en la definición que le dan. Han hecho su propia evaluación de sus
problemas, a sus lados fuertes y de sus posibilidades. Demandan al terapeuta ayuda
para esa realidad que han encuadrado.
El terapeuta inicia su encuadramiento tomando en cuenta lo
que la familia considera importante. Pero ya el modo en que recoge información
dentro del contexto de la familia encuadra lo recogido de manera diversa.
Entonces la tarea del terapeuta es convencer a los miembros de la familia de
que el mapa de la realidad por ellos trazado se puede ampliar o modificar. Las
técnicas de escenificación, enfoque y obtención de intensidad contribuyen al
logro de un encuadramiento terapéutico. En la escenificación, el terapeuta
asiste a los miembros de la familia para que interactúen en su presencia, y
ello con el propósito de vivenciar la realidad familiar como aquéllos la
definen.
Escenificación.
La escenificación es la técnica por la cual el terapeuta
pide a la familia que dance en su presencia. Así construye una secuencia
interpersonal en la sesión, en que se ponen en escena interacciones
disfuncionales entre los miembros de la familia. Esta escenificación se produce
en el contexto de la sesión, en el presente y en relación con el terapeuta. Al
tiempo que la promueve, éste tiene la posibilidad de observar los modos
verbales y no verbales en que los miembros de la familia emiten señales unos
hacia otros y controlan la gama de las interacciones tolerables.
Entonces el terapeuta puede intervenir en el proceso, sea
para aumentar su intensidad, prolongar la duración de la interacción, hacer
participar a otros miembros de la familia, indicar modos diferentes de
interacción e introducir sondeos experimentales que proporcionarán información
tanto al terapeuta como a la familia sobre la índole del problema, la flexibilidad
de las interacciones familiares para la búsqueda de soluciones y la virtualidad
de modalidades diferentes de desempeño dentro del marco terapéutico.
Otra ventaja de la escenificación consiste en que,
comprometidos como están entre sí los miembros del sistema terapéutico, en
lugar de escucharse solamente unos a otros, aquélla les ofrece un contexto para
experimentar en situaciones concretas. Sin lugar a dudas es ventajoso trabajar
con este contexto en el caso de familias que tienen niños pequeños o niños en
diferentes estadios de desarrollo, así como de familias cuyo origen cultural no
coincide con el del terapeuta.
La utilización de directivas terapéuticas, de un lenguaje
concreto y de metáforas tomadas de las interacciones entre los miembros de la familia
facilita la comunicación a través de las fronteras tanto culturales como de
edad. Aunque la escenificación se produce en relación con el terapeuta, también
puede facilitar el desapego de éste. Las familias poseen una notable capacidad
para absorber al terapeuta de suerte que funcione con arreglo a las reglas de
la familia. Son capaces de triangularlo o forzarlo a ocupar un lugar central
que le quitará capacidad de maniobra terapéutica. Una de las técnicas más
simples para desprenderse es indicar una escenificación entre los miembros de
la familia.
Mientras éstos se enzarzan en la interacción, el terapeuta
puede tomar distancia, observar y recuperar capacidad terapéutica. La
escenificación se puede considerar una danza en tres movimientos. En el primer
movimiento, el terapeuta observa las interacciones espontáneas de la familia y
decide los campos disfuncionales que conviene iluminar. En el segundo
movimiento de escenificación, el terapeuta organiza secuencias escénicas en que
los miembros de la familia bailan su danza disfuncional en presencia de él. Y
en el tercer movimiento, el terapeuta propone modalidades diferentes de
interacción. Este último movimiento puede proporcionar información predictiva e
infundir esperanzas a la familia.
Enfoque.
En la terapia de familia el enfoque se puede comparar con la
realización de un montaje fotográfico. Modifica el ángulo para que la puerta
cobre relieve y toma una imagen; después amplía el enfoque para incluir la
ventana además de la puerta, y toma otra. Produce un mayor cambio de ángulo, y
fotografía la falleba. En virtud de este juego con múltiples vistas del mismo
objeto nace una visión multidimensional.
El esquema del terapeuta incluye tanto una meta estructural
como una estrategia para lograr esa meta. Por ejemplo, si quiere cuestionar una
familia demasiado fusionada, puede enfocar las desdibujadas fronteras entre sus
miembros. El modo en que lo haga estará determinado por el contenido y la
marcha de la sesión. Pero los datos experimentarán una transformación impuesta
por el tema terapéutico.
Intensidad.
Los miembros de la familia tienen una sensibilidad auditiva discriminatoria,
que presenta campos de sordera selectiva regulados por
su historia común. Además, todas las familias, aun las que se componen
de personas muy motivadas, operan dentro de cierta frecuencia. Por
ello, el mensaje del terapeuta puede no ser registrado o puede perder
penetración. El terapeuta necesita hacer que la familia «oiga», y esto
exige que su mensaje supere el umbral de sordera de la familia. Puede
ocurrir que los miembros de la familia oigan el mensaje del terapeuta,
pero sin asimilarlo dentro de su esquema cognitivo como una información
nueva.
Esta última impone el reconocimiento de una «diferencia»,
pero los miembros pueden oír lo que el terapeuta les dice como
si fuera idéntico o semejante a lo que siempre oyeron dentro de la
familia. Pueden, en consecuencia, no oír, por más que el terapeuta haya
conquistado su atención y por más que ellos escuchen.
Las familias difieren unas de otras en el grado en que exigen lealtad
a la realidad familiar, y por fuerza la intensidad de mensaje del
terapeuta habrá de variar según sea lo que cuestione. A veces, simples
comunicaciones tienen la intensidad suficiente, mientras que otras situaciones
requieren de crisis muy intensas.
Repetición del mensaje
El terapeuta repite su mensaje muchas veces en el curso de la terapia.
Es una técnica importante para el incremento de la intensidad. La
repetición puede recaer tanto sobre el contenido como sobre la estructura.
Por ejemplo, si el terapeuta insiste en que los padres se pongan
de acuerdo sobre la hora en que el hijo se debe acostar, y ellos tienen
dificultades para llegar a una decisión, el terapeuta puede repetir que
es esencial que los padres se pongan de acuerdo (estructura) sobre
determinada hora a que el hijo se debe acostar (contenido).
Modificación del tiempo
Los miembros de la familia han elaborado un sistema de notación
que regula el lempo y el compás de su danza. Algunas de estas notas
son transmitidas por pequeñas señales no verbales que vehiculizan el mensaje «Hemos llegado a un umbral peligroso o a una senda desconocida
o insólita. Cuidado, aminorar la marcha o detenerse». Este señalamiento
es tan automático que los miembros de la familia responden sin
advertir que han llegado a un territorio prohibido y son retenidos por
las riendas del sistema familiar.
Reestructuración.
El lado débil de este tipo de
organización familiar es que los miembros de la familia experimentan
dificultades para desarrollarse como holones diferenciados. Cuando los hijos
llegan al final de la adolescencia y tienen que empezar a separarse de la
familia, pueden sufrir quebrantos psicóticos.
La terapia es un proceso en que se cuestiona el «así se hacen las
cosas». Y un objetivo importante de cuestionamiento son los subsistemas
familiares porque constituyen el contexto donde se elaboran
la complejidad y la competencia.
Puesto que la terapia supone un cuestionamiento de la estructura
familiar, es preciso que el terapeuta comprenda el desarrollo normal de
las familias y el poder que las reglas de los holones ejercen sobre el
íntegro desarrollo de los miembros de la familia. La índole de este
desarrollo se advierte en una entrevista llevada a cabo por Patricia y
Salvador Minuchin como parte de una investigación sobre familias normales.
Fronteras.
Las técnicas de fijación de fronteras regulan la permeabilidad de las
que separan a los holones entre sí. He aquí el concepto rector: participar
en el contexto específico de un holón específico requiere respuestas
específicas para ese contexto. Las personas funcionan siempre con una
parte solamente de su repertorio.
Distancia psicológica
En muchos casos la distribución con que los miembros de la familia
toman asiento en la sesión es un indicador de las alianzas entre ellos.
Pero es un indicador débil que el terapeuta sólo debe aceptar como una
primera impresión que es preciso investigar, corroborar o desechar.
Cuando habla uno de los miembros de la
familia, el terapeuta observará quién lo interrumpe o completa la información,
quién proporciona confirmación y quién ayuda. También se
trata de indicadores débiles, pero proporcionan al terapeuta un mapa
tentativo sobre las relaciones de proximidad, las alianzas, entre otra.
Duración da la interacción
Extender o alargar un proceso, que es un modo de incrementar su
intensidad, puede ser también un recurso para demarcar subsistemas o
separarlos. En estas situaciones el contenido de la interacción importa
menos que el hecho de que ella se produzca.
Desequilibramiento.
En las técnicas de fijación de fronteras el terapeuta se propone
cambiar las afiliaciones de los miembros de la familia a los diversos
subsistemas o la distancia entre los subsistemas. En el desequilibramiento,
por el contrario, la meta es cambiar el vínculo jerárquico entre
los miembros de un subsistema.
Cuando el terapeuta y los miembros de la familia coparticipan en un
sistema terapéutico, acuerdan un contrato explícito que define al terapeuta
como el perito del sistema y el líder de la empresa terapéutica.
En consecuencia, el mero ingreso en el sistema terapéutico modifica la
estructura de poder de la familia. Todos sus miembros dan un paso
atrás, por así decir, concediendo al terapeuta el poder necesario para la
utilización de su pericia. Este desplazamiento no será cuestionado por
los miembros de la familia mientras el terapeuta respete la distribución
del poder en el seno de aquélla.
Alianza con miembros de la familia
La coparticipación terapéutica es en esencia una técnica de alianza.
El terapeuta confirma a las personas, pone de relieve su lado fuerte y
de este modo se convierte para ellas en una fuente importante de autoestima.
En virtud del empeño que pone en utilizarse a sí mismo para
crear un contexto de confianza y esperanza, promueve la búsqueda y
experimentación de alternativas. Para desequilibrar, recurrirá a su alianza
con un miembro de la familia, destinada a modificar su posición
jerárquica dentro del sistema familiar.
El hecho de enfocar a un miembro,
modifica la posición de todos los demás. Si bien se puede desequilibrar
aliándose con un miembro dominante del grupo, en la mayoría
de los casos esta técnica se utiliza para brindar apoyo a un miembro
periférico o de posición inferior dentro de la familia. Esta persona,
cuando siente la alianza del terapeuta, empezará a cuestionar su posición
prescrita dentro del sistema.
Ignorar a miembros de la familia
Esta técnica de desequilibramiento contraría la manera de ser que
la cultura ha impreso en el terapeuta; en efecto, demanda la capacidad
de hablar y obrar como si ciertas personas fueran invisibles. Los miembros
de la familia desconocidos se sienten cuestionados en su derecho
más esencial, el de ser reconocidos. Se rebelarán contra una tan radical
falta de respeto recurriendo a alguna modalidad de demanda o de ataque.
Su rebelión contra el terapeuta puede cobrar la forma de un desafío
directo, pero más a menudo consistirá en una llamada a cerrar filas
con los demás miembros de la familia. Esta última interacción, que
conlleva muchas veces un reclamo de coalición contra el terapeuta,
posibilita un realineamiento de las jerarquías familiares.
Coalición contra miembros de la familia
En esta técnica de desequilibramiento, el terapeuta participa como
miembro de una coalición contra uno o más miembros de- la familia.
Este tipo de participación directa del terapeuta le impone poseer la
capacidad de llevar adelante un enfrentamiento y de utilizar su posición
de poder como el perito del sistema para cuestionar y descalificar la
pericia de un miembro de la familia.
Complementariedad.
Para promover este modo diferente de conocimiento, el terapeuta
tiene que cuestionar la epistemología habitual de los miembros de la
familia en tres aspectos. En primer lugar, cuestionará el problema:
la certidumbre de la familia de que existe un paciente individualizado.
En segundo lugar, cuestionará la idea lineal de que un miembro de la
familia controla al sistema, cuando en verdad cada uno de los miembros
sirve de contexto a los demás. En tercer lugar, cuestionará el modo en
que la familia recorta los sucesos; para ello introducirá un marco temporal
más amplio que enseñe a los miembros de la familia a considerar
su conducta como parte de un todo más vasto.
Cuestionamiento del problema
El primer cuestionamiento del terapeuta a la certidumbre de que
existiría un paciente individualizado, con independencia del contexto,
puede ser simple y directo. El terapeuta de familia observaba
los mismos datos, pero los consideraba por referencia al modo
en que las personas actúan y son activadas dentro de un sistema.
Cuestionamiento del modo de recortar los sucesos
El terapeuta cuestiona la epistemología de la familia introduciendo
el concepto de un tiempo ampliado y encuadrando la conducta individual
como parte de un todo más vasto. Aunque rara vez esta intervención
alcanza su meta, que es modificar la epistemología de la familia, por
este camino sus miembros pueden vislumbrar el hecho de que cada uno
es una parte funcional y más o menos diferenciada de un todo.
En las familias, un individuo puede modificar su conducta por un
tiempo sin afectar el organismo como un todo.
Paradojas.
El empleo que hacemos de las paradojas se basa en tres conceptos
que admitimos como supuestos: la familia es un sistema autorregulador;
el síntoma es un mecanismo de autorregulación y, por último, el concepto
de resistencia sistémica al cambio, que es consecuencia de los dos
anteriores. Como el síntoma se utiliza para regular una parte disfuncional
del sistema, si el síntoma es eliminado, esa parte del sistema quedará
sin regulación.
Intervenciones directas, basadas en la aceptación
Por intervenciones directas se entienden consejos, explicaciones, sugerencias,
interpretaciones y tareas, que están destinadas a que se las
tome literalmente y a que se las respete como se las prescribió. Su objetivo
es modificar de manera directa las reglas o los roles de la familia.
Se puede instruir a los padres sobre el modo de controlar a los hijos,
redistribuir funciones entre los miembros de la familia, establecer reglas
disciplinarias, regular la privacidad, instituir una jerarquía de edades y
Proporcionar información de que la familia carece.
Inversiones, basadas en la aceptación y el desafío.
En la inversión, el terapeuta imparte directivas a un miembro de
la familia para que invierta su actitud o su conducta en un aspecto
decisivo, con la esperanza de provocar de ese modo una respuesta paradójica
en otro miembro de la familia. Se basa al mismo tiempo en
el desafío y la aceptación. Requiere la cooperación consciente del miembro
de la familia que recibe las instrucciones del terapeuta, y el desafío
del miembro de la familia que recibe los resultados de esa instrucción.
Fidelidad a la paradoja sistémica
Después de formulada y pronunciada la paradoja sistémica, se presenta
la difícil tarea de mantenerse fiel a ella. Lo más probable es que
en la sesión siguiente la familia no mencione el mensaje. Sus miembros
recurrirán a diversos e ingeniosos métodos para tratar de eliminarlo,
desde ignorarlo, olvidarlo, desecharlo, contradecirlo, hasta presentarse
con una crisis nueva que nada tiene que ver con el problema originado.
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